miércoles, 30 de enero de 2008

Quisiera escribir

Quisiera escribir de todo lo que veo y siento a diario. Sobre todo porque es un momento en que me veo forzado (no de forma negativa) a compartir con gente nueva, enfrentarme a situaciones nuevas, y sobre todo, salir todo los días de ese reducto propio y oculto que es mi casa. Mi pieza, "Mi PC".

Partí el 16 de Enero haciendo mi práctica laboral, como ayudante en el departamento de informática de una empresa corredora de bolsa. Me voy todos los días en micro y metro, tal vez mis espacios favoritos para la reflexión. Aunque últimamente espacio es lo que menos hay, sobre todo porque por primera vez me toca irme a la peor hora con el transporte lleno. Salgo de mi casa más temprano de lo que debería tal como dijo don Iván Zamorano, para poder llegar a la hora. Y algo destacable: salgo disfrazado. Disfrazado de hombre grande, con camisa y corbata. Me miro al espejo y digo "que gran mentira", ya que no me veo a mi mismo, si no a un envoltorio, que es en el fondo lo que otros quieren ver. Igual uno se ve bien, pero sea como sea, ese no soy yo. Por lo menos no aún.

Al menos ya logré escribir algo. Veremos si me doy el tiempo de terminar un artículo un poco más detallado. Ojo, "si me doy el tiempo", no "si tengo tiempo", ya que "no tengo tiempo" es la mentira más grande la humanidad.

miércoles, 9 de enero de 2008

Santiago en (10 elevado a 2) palabras

Mi mamá solía decir que el Metro debía poner cultura en los espacios para publicidad de la parte superior de sus carros. Muchas veces no había afiches y parecía un espacio perdido. Ella decía que sería una buena manera de "cultivar" a la gente, sobre cosas como la historia de Chile

Cuando pusieron los textos de Explora en el Metro, con curiosidades científicas para niños, mi mamá no dijo nada. Cuando comenzaron a poner los cuentos de Santiago en 100 palabras, mi mamá tampoco dijo nada.
Yo creo que el problema no es con reconocer cuando las cosas se hacen bien. Yo creo que el problema es que mi mamá anduvo en Metro por última vez mas o menos cuando La Macarena estaba de moda. Por lo tanto cambió de giro y se dedicó a criticar a las micros desarmables del Transantiago. Esas donde se ve el pavimento desde dentro donde uno pisa. Si llegan a poner cultura en las micros si que sería peligroso: todos mirando para arriba, "pajareando", pasarían derechito al pavimento.

A propósito, este año estuve apunto de mandar historias a Santiago en 100 palabras. Apunto porque no lo hice, y no lo hice por dejado. Pero creo que de todas maneras no hubiera ganado, ya que discrepo totalmente con el criterio de los jueces del concurso. Honestamente lei 2 cuentos ganadores este año y no les encontre niuna gracia.

Quizás la diferencia entre los jueces y yo, es que yo no entiendo nada de literatura. Me gusta la escritura creativa en el sentido de la sorpresa, de que al final te digan algo inesperado, quizás gracioso, o que te haga pensar. Pero de ahí a conocer recursos literarios (que no sé lo que son) o como evaluar un texto de otra forma, ni idea.

Mitch me dijo que él tambien hace años que quería participar y no lo hacía. Al igual que yo, el mal del "más rato". Me dijo también que había una historia buena, sobre un superhéroe. La vi cuando el tren paró en Pedro de Valdivia. Pero un caballero de contextura gruesa y robusta - por no decir gordo - que iba delante mío, no me dejó leerla. De todas formas no habría alcanzado a terminar de leerlo en el poco tiempo que se detiene el tren.

Yo creo que la mayoría de la gente que lee estas historias no las entiende. De hecho, creo que yo no las entiendo. ¿Las entenderá el que las escribió? Algunos dicen que es como la música...el que la creó siente una cosa, el que la interpreta otra, y el que la escucha, otra. Aunque también debe haber mucha gente que viaja todos los días en Metro y jamás las ha leído. Difícil que la entiendan sin leerlas. A menos que tengan telepatía. Eso sería la raja.

Quizás deberían poner chistes. "La risa es el remedio infalible", dicen. Aunque chiste repetido sale podrido. Y si viajas todos los días, serían siempre repetidos, porque cambiarlos tan seguido sale muy caro. Tal vez poner espejos, para que las damas se maquillen y los damos se saquen la mugre de los dientes. Aunque con las caras largas que traemos, los índices de depresión subirían tanto que pasarían a llevar a los aviones que sobrevuelan Santiago, y quedaría la mansa escoba si el avión justo tuviera la mala suerte de estrellarse en el paseo Ahumada.

Sea como sea, para mi no importa lo que pongan en los paneles del Metro. Las leyes de la genética dicen que lo más probable, es que para cuando los hayan cambiado yo ya habré dejado usar el Metro. Estaré en otra parte, criticando algo más. Siempre habrá algo que criticar.