jueves, 19 de agosto de 2010

Choose and lose

Algo me ocurrió viendo esa cascada. Algo que sólo me ocurrió viendo tus ojos.

Un calor general en el cuerpo, y una profundización de la propia respiración. La ligereza hecha elemento entrando y saliendo de mis pulmones.
Los músculos se debilitan, como transfiriendo toda su fuerza y energía a los sentidos, a aquellos órganos que orgullosamente contemplan algo que hace que la cosa más bella del mundo no sea más que una chuchería barata.

Pero la cascada se ofrece humilde y a la vez majestuosamente, a todo aquel que quiera verla. Mientras que tu mirada egoísta se dirige sólo a otro lado, a otro ser.
La cascada baña a todo aquel que se aproxime, y cura la sed quien beba de ella. Tus ojos sin embargo queman lo que se cruza en su camino, y hacen que quien los vea, se pierda en un limbo de añoranza y desesperación.

No sé aun si te prefiero a tí...

sábado, 14 de agosto de 2010

Combustible

La gente buena debería ser reconocida.
Porque el reconocimiento es un reforzamiento positivo.
Y aunque algunos digan que no lo requieren, es mentira. Lo requieren, aunque sea de origen interno. El problema es, que no todos tienen la capacidad de autoreforzarse.

Pero mucha gente buena prefiere el anonimato. Pareciera ser que, el hecho de divulgar sus buenos actos, significara rebajarles algo de bondad.
Entonces, ¿vivirán estas personas sin reconocimiento?
Quizás para ellos sea indiferente. Hacen el bien sin esperar que se los hagan notar. ¿Pero para la sociedad? ¿No es deber de una buena persona hacerse notar para ojalá potenciar la bondad en los demás?

Algunos dirán: la bondad no se potencia. Se tiene o no se tiene. Pero yo discrepo.
Mucha gente necesita modelos. Íconos de comportamiento (bueno o malo) que les indique, si no el camino, al menos un referente conductual o moral.
Para ellos, por ellos, la gente buena debería hacerse notar. Para que vean que existe más gente buena. Para que vean que el mundo no está perdido. Para que sean valientes también y realicen actos de bondad por su parte tambien.

En muchos casos, sólo hace falta una pequeña chispa para iniciar una llamarada.

domingo, 1 de agosto de 2010

Cueste lo que cueste

El soldado se alista para la guerra. En su casa, empaca sus víveres y sus armas, se coloca su armadura. Su esposa lo observa, sentada a lo lejos, con lágrimas bajando por sus mejillas.


-¿ Y si mueres ? - dice repentinamente ella.
-No moriré - contesta el soldado - Soy hábil, inteligente, y rápido. Y el ejército al que pertenezco es el mejor.
-No depende de ti. Muchos hombres como tú han muerto ya luchando.¿Qué voy a hacer si...?
-No te preocupes amor. Te prometo que volveré, cueste lo que cueste.
-¿Cueste lo que cueste?
-Sí.
-¿Correrías para salvarte?
-Sí.
-¿Matarías para salvarte?
-Sí.
-¿Incluso a un compañero? ¿A un amigo?
-Bueno yo...
-¿Abandonarías a tu escuadrilla para salvarte? ¿Traicionarías todo aquello en lo que crees para cumplir tu promesa de volver?
-No sé, en verdad...
-Entonces, no prometas lo que no eres capaz de cumplir - sentenció la mujer, secándose las lágrimas -. Sólo vete, y esperemos que los dioses te protejan.

El soldado la mira un momento, preocupado. Luego, sin decir más, se da media vuelta, y sale de la casa, cerrando la puerta tras de él.
Mientras camina hacia el sol que en ese momento se asoma sobre la colina, dice en voz baja:
-Lo que no sé amor, es cómo puedes preguntarme eso. Mataría a los mismos dioses de ser necesario para volver a tu lado.