La comida de Cosmo (mi gato) se le deja junto a una puerta que da hacia el patio. Como me da lata guardar y sacar la comida todo el rato, mandé al diablo los hábitos alimenticios y se la dejé ahí todo el tiempo, sólo le relleno cuando falta.
Resulta que hace meses que viene un gato negro a comer de su comida. Bueno, tendrá hambre digo yo. Pero empezó a venir todos los días, y con tan solo sentir pasos o algún ruido corre y se escapa por un muro hacia la casa vecina. De hecho, sólo sé que viene porque escucho ruido de "crunch crunch", me acerco a la puerta y al mirar al patio veo un cuerpo negro desplazándose rápidamente hacia el fondo del patio. Mi mamá se dio cuenta de esto, y dijo que tenía que esconderle la comida al menos, o cerrar la puerta, porque no tenía por que ella pagar por la alimentación de otro gato. Tenía razón.
Todo ello derivó en una especie de guerra entre el negro y yo. He tratado de asustarlo, perseguirlo, atraparlo, y nada funciona. La idea no es matarlo ni hacerle daño grave, solo asustarlo lo suficiente como para que no vuelva más. Es muy hábil, y tiene buen oído. Siempre logra escapar, y por lo visto, se acostumbró a la victoria, ya que últimamente ni siquiera corre, si no que se va caminando y solo apura el paso si salgo a perseguirlo.
Hoy fue uno de esos días. Fuí a ordenar unas cosas a la cocina, entre ellas una olla vacía que se había ocupado en la tarde. La tomé, y justo en ese momento sentí el "crunch crunch" que indicaba que mi enemigo estaba cerca. Me asomé al patio, y efectivamente lo ví alejándose calmadamente hacia el muro. Miré a todos lados buscando alguna respuesta: sabía que si lo perseguía no ganaría nada. Si le gritaba, menos. Se estaba alejando y yo tan gil como siempre sin poder hacer nada. Había pensado antes en lanzarle algo que al menos le doliera para que tuviera un poco más de respeto; quizás ahora era la oportunidad. Nuevamente paseé la mirada, pero sabía que no encontraría nada que lanzarle, pues ya había buscado otras veces. Y si iba a buscar algo más lejos, se me iba a escapar denuevo. Me miré a mi mismo, y vi que tenía una olla en las manos. Pues en mi extraño razonamiento, no se me ocurrió nada mejor que lanzarle la olla al gato.
Hoy fue uno de esos días. Fuí a ordenar unas cosas a la cocina, entre ellas una olla vacía que se había ocupado en la tarde. La tomé, y justo en ese momento sentí el "crunch crunch" que indicaba que mi enemigo estaba cerca. Me asomé al patio, y efectivamente lo ví alejándose calmadamente hacia el muro. Miré a todos lados buscando alguna respuesta: sabía que si lo perseguía no ganaría nada. Si le gritaba, menos. Se estaba alejando y yo tan gil como siempre sin poder hacer nada. Había pensado antes en lanzarle algo que al menos le doliera para que tuviera un poco más de respeto; quizás ahora era la oportunidad. Nuevamente paseé la mirada, pero sabía que no encontraría nada que lanzarle, pues ya había buscado otras veces. Y si iba a buscar algo más lejos, se me iba a escapar denuevo. Me miré a mi mismo, y vi que tenía una olla en las manos. Pues en mi extraño razonamiento, no se me ocurrió nada mejor que lanzarle la olla al gato.
La lancé por los aires, y luego de chocar con unas ramas de árbol, cayó con un ruido metálico, reboto un par de veces, golpeó al gato y salió disparada hacia el pasto (el gato hizo lo mismo, y luego arrancó hacia la casa del lado). Quedó llena de tierra, y al ir recogerla me percaté que no tenía el mango plástico, sino solo la estructura metálica. La maldita agarradera se partió en 2.
Respecto al gato, no creo que le haya dolido mucho. Sé que volverá.
Respecto a mí, me van a retar por haber roto una olla. Aunque igual fue chistoso si lo pienso jajaja.
Maldito gato, me ganó de nuevo. Pero ya vendrá la revancha.
Maldita olla, no aguantó ni un impacto. ¿No deberían hacerlas teniendo en mente que uno podría usarlas para defenderse de un gato invasor?
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