Recordé un día como era ser chico e ir sentado en el asiento de atrás del auto, mientras mi papá manejaba. No sabía adonde iba, no tenía conciencia de mi mismo, y todo lo que quedaba del momento era lo percibido por los sentidos; gente pasando, luces, bocinas, olor a tubo de escape, ruido de motor, y ocasional conversación dentro del auto.
Cuando pasabamos por la Alameda de noche, yo me daba vuelta para mirar por el parabrisas trasero y ver a la torre Entel. Tan grande e iluminada, y yo pensando como era posible que hubieran varias iguales en varios lugares del mundo ( un comercial de la época: "¡Entel está aquí!" ). A veces me gustaba imaginar que era la parte delantera de un barco, y la perspectiva me daba la ilusión de que nos venía persiguiendo. Me lo imaginaba cortando el pavimento como los barcos que transitan por los cascos polares cortan el hielo, destruyendo todo a su paso, con la enorme tranquilidad de que cada vez que el auto frenaba, el barco frenaba también, y siempre estábamos a la misma distancia, y jamás nos podría alcanzar.
Con la música de fondo de El Conquistador en la radio del auto, miraba al espejo retrovisor, y veía la frente de mi papá. Al levantarme un poco del asiento, podía ver sus ojos, su mirada concentrada en el camino. Si volvía a bajar, ya no lo veía. A veces mi papá miraba, me veía y sonreía. No podía ver su sonrisa, pero yo lo deducía por los cambios en la zona de sus ojos.
Me preguntaba yo: si veo sus ojos, significa que él ve los míos. Si yo veo a traves de mis ojos, como él también lo hace, la única forma de vernos los 2, es mirandonos a los ojos directamente. .. Pero si yo bajo un poco, y veo su frente, ¿puede verme él? ¿verá mi frente, o mis ojos, o quizas no me verá?
A veces creo que fue durante esas reflexiones cuando me di cuenta de que existo, y que los demás existían tambien. Creo que me di cuenta de que yo era un observador y que todos los demás lo eran igualmente, que lo que veía cada uno era propio, que era subjetivo. Todo ello sin palabras claro. Solo una revelación temprana a mi entonces incipiente cerebrito.
Y miraba a mi papá. O a sus ojos. Y deseaba dividirme en 2, y sentarme donde el estaba, para poder darme cuenta de que era realmente lo que el vería.
Hasta el día de hoy, me lo pregunto a veces.
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