viernes, 4 de septiembre de 2009

La señora de los tacos

La señora de los tacos está en todas partes. Donde quiera que uno vaya hay una señora bajándose de la micro, del metro o de un taxi, posando graciosamente su misterioso calzado sobre la acera.

A la señora de los tacos se la escucha a muchas cuadras de distancia. Sobre todo cuando hay silencio. El sonido de sus pasos llega a los oídos de todos, pero no todos se dan cuenta al principio. A veces hay que concentrarse un poquito, dejar de escuchar lo demás para darse cuenta. Pero es claro que, eventualmente, todos la escucharemos, al menos una vez.

A veces la señora va sola, y otras veces va acompañada. A veces, sus acompañantes son gente con zapatillas o calzados menos sonoros, meros mortales, cuyo origen y destino desconocemos. Incluso una vez, uno de ellos me dijo que la señora de los tacos lo había invitado a caminar. Ella hace eso muy seguido, pero no todos aceptan acompañarla en su paseo. La gente rumorea que la acompañas y nunca te trae de vuelta.
Otra veces, la señora es acompañada de otras señoras, lo cual nos aterra de sólo pensarlo. El sonido es sin duda un cántico de guerra que avanza destruyendo todo a su paso. Creanme; a nadie le gustaría toparse con muchas señoras de los tacos juntas.

¿Y por qué hace ruido la señora de los tacos? Claramente, si se sentara en la vereda, o se quedara de pie, estática, tal vez hablando por celular, nada se oiría. Pues resulta que lo que se escucha es el choque de cada uno de sus tacos contra el suelo, uno tras otro, a medida que avanza.

¿Avanza? Sí, se acerca. Nunca sabes exactamente a donde va la señora de los tacos, pero a final de cuentas, todos sabemos que va a alguna parte, y todos sabemos que en algún minuto una señora de los tacos tendrá como destino nuestro hogar. Despues de todo, es su trabajo. ¿qué haríamos sin señoras de los tacos? Me atrevo a decir que los tacos serían tremendos.

Sin embargo, he descubierto que a veces la señora de los tacos responde al dicho popular "mucho ruido y pocas nueces". El avance avasallador de sus pasos, inciertos y a veces temible, atemorizan al más valiente. Su sombra aparece a la vuelta de la esquina, y el ángulo del sol la proyecta a unos 4 metros por la calle. Nos ponemos blancos. Y sin embargo, un momento después, se ve aparecer de una señora bajita y de lo menos amenzador que uno se puede imaginar. A veces hasta te sonríe, con una benevolencia inesperada.

Pero sea chica, grande, flaca o gorda, sus pasos siguen retumbando cuadras a la redonda. Y es importante recordar que nunca sabes si esos tacos que clavetean a lo lejos pertenecen a una señora realmente de temer, o a una señora amable, con cara y sonrisa de bonachona.

La señora sigue caminando, y lo seguirá haciendo siempre. Algunos la reciben con los brazos abiertos, y otros corren despavoridos tras su potente andar.
Ella está acostumbrada. Usar tacos nunca fue algo fácil.

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