sábado, 14 de noviembre de 2009

Leseras paternales

La niña estaba con sus padres en los juegos. Casualmente escuché un breve dialogo.
-Ya, vamos mi amor, que ya se nos hace tarde.
-¡Pero papá! ¡No me quiero ir!
-No no, vamos, si ya le dije, en la semana venimos.
La niña caminó, medio resignada, medio confusa. A lo lejos escuche que le contestaba..
-Pero... si hoy es Sábado. También es parte de la semana....

Supongo que la claridad es escasa hoy por hoy. Más aun para los que están aprendiendo a ser humanos a través de personas que no tienen una lógica clara, pero que aún así se entienden entre sí.
Mi mamá en casa de mi tía.
-¿Y esta conchita de donde la sacaste? ¿Te la trajiste de la playa?
-No, me la regalaron.
-Ahh, está bonita. ¿Sabías que si te la acercas a la oreja puedes escuchar el mar?

Esa pregunta me transportó unos 15 años al pasado, tal vez más.
Ella me había dicho lo mismo alguna vez. Uno, niño, a veces no escucha más que verdades irrefutables de sus padres.

¿Cuántas veces me pregunté cómo era físicamente poder escuchar el mar, estando a muchísima distancia del mar, y más encima a través de una conchita de mar?
Comencé escuchando, y preguntándome por qué sonaba tan distinto de como yo lo recordaba. Para asimilar el sonido, acercaba y alejaba la conchita de mi oído. Aún así era diferente.
¿Puede ser que el sonido no venga de las olas? Quizás viene de las mismas conchitas, repartidas bajo el mar. Eso explicaría porque escucho algo, muy inferior al original, pero similar. Sería una pequeñísima parte del sonido original.
O tal vez viene del agua. No de su movimiento, si no del agua en sí. Claro, porque de seguro la conchita aún tenía algo de agua adentro. Pero tan poca, que no alcanza para formar el sonido completo,

Recuerdo haberme rendido, sin encontrar respuesta a este misterio del universo. Olvidé la cuestión, y no la recordé hasta ese día.

Volví al presente.
-Mamá... ¿para qué dices esas cosas? Yo de chico te creía esas tonteras, me creabas la tremenda confusión porque yo no entendía cómo podía ser cierto. Igual que cuando me dijiste que las polillas estaban hechas de polvo. ¿Cuantas horas crees que pasé buscándole la lógica a cómo algo tan miserable como el polvo puede volverse vivo?
Ella me miraba.
-... entiendo que me lo dijeras de chico, la gente adulta siempre le dice inventos a los niños. Pero sigues con lo mismo. ¿Acaso de verdad crees esas cosas?
Parecía confusa. Finalmente contestó.
-No sé si lo creo. Son leseras que uno dice derepente...

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