sábado, 12 de febrero de 2011

La ilusión de las 8

Y era tan tonto, que la esperó. Día y noche, parado frente a la entrada de su edificio, soportando el frío, la nieve y la lluvia. Apoyado sólo en la ilusión de que llegaría, y sería perfecta.
Bueno, estaba también apoyado físicamente en un arbol, plantado justo en la entrada del edificio.

No era excepcionamente bonita, tampoco fea. Lo poco que él sabía de ella, lo había deducido de lo que veía a 3 cuadras de distancia, espiando con un telescopio desde la ventana de su pieza, con la cortina entreabierta.



La vió levantarse temprano para salir con lo que parecían libros. Se ponía un delantal, por lo que él creía que debía estudiar enfermería. La vió volver tarde y mirar sus papeles hasta la madrugada. Es estudiosa, pensó él.

La vió prepararse con mucho cuidado un sandwich sólo con lechuga y tomate. Seguramente es vegetariana, pensó él.

La vió hacer ejercicios casi todos los días en el living de su departamento. Le gusta la vida sana, pensó él.

Finalmente la vió con un grupo de mujeres que parecían ser sus amigas. La vió reirse. Es una persona alegre, pensó él.

Esas pocas cosas le bastaron saber a este pobre muchacho para salir y esperarla en el pórtico del edificio, a la hora que ella siempre salía a estudiar. Se paró allí, frente a la entrada, apoyado en un árbol, mirando hacia adentro, esperando ver su figura aparecer. Pero ella no salió.
"Quizás hoy salió más temprano", pensó el muchacho.
Pero en la noche, ella tampoco volvió.

Y era tan tonto, que la esperó. Día y noche, parado frente a la entrada de su edificio, soportando el frío, la nieve y la lluvia. Apoyado sólo en la ilusión de que llegaría, y sería perfecta.

Al cuarto día, el muchacho ya estaba resfriado y con hipotermia. Tenía hambre también. Pero de pronto, ella apareció. Despeinada, con ojeras, con una pata de pollo a medio comer en una mano, y un montón de catálogos de perfumes y joyería en la otra. Se esforzaba por tratar de hacer entrar un zapato de tacón en su gordo pié derecho, mientras mascaba el pollo y caminaba a duras penas hacia el paradero.

Él, desconcertado en un principio, le bloqueó el paso, diciéndole "Hola, me llamo Nap, y vivo a 3 cuadras de aquí. Te encuentro muy bonita, y me gustaría invitarte a salir un día.".

Ella, entre confundida, divertida y atragantada con el pollo, lo miró un momento. Al escuchar el ruido de la micro que se acercaba, se dió vuelta, y corrió al paradero, que se encontraba a pasos del lugar.

Con un pié sobre la pisadera, y otro aún en la acera, dió vuelta la cara sonriendo (ya había terminado de masticar) y gritó "Esperame aquí a las 8".

2 comentarios:

Mitch... dijo...

Entonces... ella llegó a las 8 o la siguió esperando infinito?????

ya estoy viejo para estas esperas absurdas... ¬¬

Tírate un rollo dijo...

Querimo' ma' escrito'!!!